Vía Airways Magazine
A lo largo de su campaña electoral, los comentarios de Trump referentes a la aviación se han limitado, casi exclusivamente, a los aeropuertos. Específicamente, en el estado abismal en que se encuentran los aeropuertos estadounidenses, especialmente el aeropuerto de La Guardia en Nueva York, al cual se ha referido como ‘un aeropuerto de tercer mundo’ y recalcando la disparidad encontrada en las instalaciones de algunos aeropuertos estadounidenses y los mega-aeropuertos de oriente medio como Dubái o Doha.
Dichos comentarios alcanzaron su mayor audiencia durante el primer debate presidencial, en el que Trump los utilizó como un elemento principal de su plan de infraestructura asegurando que generará mejoramientos masivos (mientras simultáneamente promulgaba un recorte masivo de recolección de impuestos, vale la pena destacar).
La infraestructura aeroportuaria de Estados Unidos no puede resolverse con más dólares
Antes de olvidarse de la idea que fondos adicionales ofrecen mejores aeropuertos, es importante destacar que de alguna manera Trump logró desembarcar en La Guardia proveniente del medio oriente en un vuelo comercial, lo cual parece digno de otra de sus fantasías.
También es importante señalar que el aeropuerto de La Guardia está en una fase de renovación en sus instalaciones con una inversión que asciende a US$ 4 mil millones. Y aunque esta renovación no resolverá la congestión de sus pistas, sí mejorará considerablemente la experiencia del pasajero en las instalaciones de la terminal.
Dejando eso a un lado, el problema fundamental que afecta a la infraestructura aeroportuaria de Estados Unidos no es necesariamente la falta de fondos. En el país norteamericano existe presupuesto y una realidad financiera, algo que no figura necesariamente en el enfoque que países como los Emiratos Árabes Unidos o Qatar le dan a la aviación. Dado el hecho de que los aeropuertos estadounidenses poseen la responsabilidad de publicar la totalidad de su presupuesto, darse el lujo de gastar, digamos, US$ 2.2 millones en una espectacular estatua en el corazón del aeropuerto de Charlotte Douglas es un evento relativamente limitado.
Incluso más allá de los presupuestos como tal, existen dos factores adicionales en los Estados Unidos que impiden alcanzar la misma calidad aeroportuaria de oriente medio. En primer lugar está las regulaciones laborales. Particularmente en Estados Unidos no estamos dispuestos a importar mano de obra ultra-barata proveniente de otros países, y especialmente no estamos dispuestos a dejarlos trabajar en condiciones que en ocasiones van más allá de lo deplorable.
De hecho, y al contrario, la mayoría de las obras públicas en Estados Unidos experimentan una inflación en sus costos de construcción dada la presencia e influencia de uniones laborales y sindicatos, que inflan el costo de cualquier proyecto ejecutado por la autoridad portuaria en los aeropuertos de JFK, Newark, y La Guardia, por ejemplo.
Sin definir si esto se trata de algo bueno o algo malo, estas políticas y regulaciones están fuertemente arraigadas a nivel local y son muy difíciles de anular o revocar, incluso para alguien como Trump. ¿Realmente alguien cree que una administración liderada por Trump va a establecer un nuevo estándar en transparencia gubernamental y disciplina presupuestaria? Esto aplica en menor medida a una presidencia de Hillary Clinton, cuyo partido político en reiteradas ocasiones ha estimulado estos sindicatos a incrementar dichos costos adicionales al sistema.
Para bien o para mal, como nación, los Estados Unidos han decidido una alta participación sindical en nuestras obras públicas, algo que Trump no puede olvidar.
El segundo factor es la protección ambiental y sustentabilidad, lo cual añade años y ocasionalmente cientos de millones de dólares a la etapa de desarrollo de un nuevo proyecto aeroportuario. Y aun así, incluso si un proyecto cumple con todos los estándares, es posible que se vea comprometido por una variedad de regulaciones ambientales. No es descabellado mencionar que la razón por la cual la infraestructura aeroportuaria de Nueva York apesta es porque La Guardia no puede expandirse hacia el río, y el JFK no puede expandirse hacia la Bahía de Jamaica al estar habitada por las tortugas Lora en peligro crítico de extinción, entre otras especies.
Así es como, literalmente, hemos construido un sistema en el cual una tortuga y algunos pájaros previenen el desarrollo de un motor económico valorado en miles de millones de dólares y decenas de miles de puestos de empleo en la ciudad más importante del planeta. Vuelvo a recalcar que, sin pasar juicio, esto es algo que hemos decidido como sociedad y algo que simplemente Trump no hará desaparecer levantando una mano.
Las políticas de comercio de Trump tendrán un efecto devastador
La perspectiva equivocada de Trump sobre los aeropuertos se transforma en algo devastador para la aviación estadounidense al considerar sus políticas de comercio. Las constantes amenazas de Trump hacia el sistema económico global y particularmente a los acuerdos comerciales de Estados Unidos representan una amenaza palpable para el desarrollo de las industrias aeroespaciales y de transporte aéreo estadounidenses.
Comenzando con las aerolíneas, revocar tan solo un acuerdo de comercio internacional como NAFTA o el firmado entre Estados Unidos y China desplomaría el tráfico aéreo hacia estas regiones, poniendo en peligro más puestos de trabajo en Estados Unidos que la expansión de Norwegian Air International o las aerolíneas del medio oriente en la región jamás han hecho.
Que alguien nos ampare si decide repeler más de un acuerdo internacional a la vez -las 3 grandes aerolíneas de Estados Unidos experimentarían una caída violenta en sus ganancias (eliminando así esos jugosos cheques actualmente fluyendo hacia los empleados de la industria), e incluso aquellas aerolíneas regionales y de bajo costo estarían expuestas a esta amenaza. Donald Trump le podría costar a la industria estadounidense de transporte aéreo unos US$ 5 mil millones en ingresos; sus políticas pueden ser amenazantes hasta ese punto.
Del lado aeroespacial, queda evidente el riesgo que representa tener una red de abastecimiento global – ¿Qué pasará cuando Boeing no pueda sacar de México sus partes del 737? Por supuesto para muchos seguidores de Trump, esto se considera un elemento positivo, y no negativo- Quieren que todos los componentes sean fabricados en Estados Unidos-. Está bien. Pero las implicaciones comerciales que eso traería pondrían un parado a la venta de aeronaves a otras naciones.
China sorprendería a Estados Unidos con un gran impuesto si Trump se sale con la suya, y déjenme decirles, será el mejor impuesto del mundo, y ellos ganarán y le devolverán la grandeza a Nanjing -o algo por el estilo, como lo pondría Trump.
Pero en serio, más del 75% de los negocios de Boeing provienen de fuera de los Estados Unidos. Si Trump comienza a repeler acuerdos de comercio internacional, ¿Qué pasará cuando Boeing intente vender sus aeronaves a esas naciones?
Las propuestas comerciales de Trump, de ser decretadas, costarían a la industria aeronáutica estadounidense decenas de miles de trabajos y billones de dólares en ganancias.