El objetivo se centra en abastecer la alta demanda de estos aviones de última generación, para adelantar así las entregas a los clientes desde las líneas de ensamblaje en North Charleston, Carolina del Sur, y Everett, Washington.
Según publicó la agencia Reuters, ello podría ocurrir durante el segundo trimestre de este año e implicaría la contratación de nuevos colaboradores.

Dennis Muilenburg, presidente de Boeing Commercial Airplanes, declaró: “Iniciaremos la transición a 14 unidades por mes en nuestras fábricas y cadenas de suministro mientras nos preparamos para comenzar a entregar nuestros Dreamliner a una tasa más alta”.
Adicional al cumplimiento de las necesidades del mercado, el fabricante norteamericano pretende también alcanzar su objetivo de ingresos para 2019, que debería posicionarse entre los 109.5 y 111.5 mil millones de dólares estadounidenses y un margen de utilidad que se eleve desde el 13.6 al 14.5%.
La meta de Boeing es entregar este año unas 900 aeronaves comerciales, incluidos 160 Dreamliner, casi 100 más que en 2018 cuando llegó a los 806 aparatos.

Por otro lado, en este ejercicio se deberá comenzar a comercializar el futuro “New Midsize Airplane” (NMA, por sus siglas en inglés) apodado extraoficialmente como 797, que se posicionará como reemplazo del 757 salido de producción hace 15 años. El “797” buscará dar batalla a Airbus con su A321neo y A321 LR, productos que hoy dominan esta porción de mercado de entre 200 y 250 asientos y autonomía de alrededor de 7.000 kilómetros, y que se presentan como ideales para servir rutas de densidad media de pasajeros, que muy probablemente no resulten rentables con aviones de fuselaje ancho.