El piloto de pruebas de Grumman, Tom Attridge, realizaba un vuelo de pruebas de rutina el 21 de septiembre de 1956, cuando fue misteriosamente derribado. El avión no volaba en una zona de guerra, sino en un espacio aéreo seguro, dentro de los límites de un área de ensayos en vuelo en Estados Unidos. Las balas que atravesaron el fuselaje del F11F Tiger obligaron al piloto a hacer un aterrizaje forzado. El fuerte impacto con el suelo destruyó el avión y Attridge fracturó una pierna y tres vértebras.

Inicialmente, las bocas de los cuatro cañones de 20 mm del nuevo caza de Grumman estaban cerca de las entradas de aire, por lo que las cápsulas vacías y las cintas de las balas eran expulsadas rascando la pintura y hasta amasando el fuselaje. Para eliminar este problema, los ingenieros retrocedieron la posición de los cañones, así que las cápsulas pasaron a ser expulsadas lejos de la aeronave, mientras las cintas se almacenaban.

En una misión para probar el nuevo sistema de armas del jet supersónico, Attridge disparó una serie de ráfagas, aumentó su ángulo de descenso y disparó un poco más. Pero, casi un minuto después de disparar la primera ráfaga, fue alcanzado por proyectiles. Sí, los suyos.
Aunque se considera como “uno en un millón”, lo que sucedió es ciencia pura. La matemática elemental explica lo que sucedió. Attridge disparó sus balas a 13.000 pies (4.000 m) y se alcanzó a 7.000 pies (2.100 m). Sabemos que sus proyectiles salieron de los cañones a más de 2.000 km/h y que el Tiger F11F estaba pilotando en vuelo supersónico, a unos 1.300 km/h.

Así, al ser dispares, la velocidad de las balas era muy superior a la del avión, lo que significa que no había manera de que las trayectorias se cruzaran. Pero ahora la física hace su parte. Después de algunos kilómetros, los proyectiles disminuyen significativamente su velocidad por su desplazamiento en un fluido, en el caso del aire, que realiza una elevada resistencia. El avión continuaba a la misma velocidad, gracias al uso de un motor, lo que los proyectiles evidentemente no disponían, viajando sólo por la energía cinética, o sea, la energía del disparo.

Así, al mantener su trayectoria de buceo, el avión encontró los proyectiles, que posiblemente estaban en ese momento a la misma velocidad (o incluso más lentamente) que el avión. Tal vez sea más fácil ganar en el lote, pero el piloto Tom Attridge estaba frente a las balas que había disparado segundos antes.
Por los informes, antes de ser alcanzado, el avión voló en línea recta por cerca de 11 segundos, en una inmersión más empinada que cuando se dispararon. Si el avión estaba manteniendo 1.300 km/h, significa que Attridge cubrió una distancia de aproximadamente 4 km durante esos segundos. Entonces, básicamente, tenemos un triángulo perfecto, que nos permite desenterrar a nuestro viejo amigo Pitágoras. Utilizando el famoso teorema, tenemos el hecho de que Attridge cubrió una distancia horizontal de 4.000 m, durante una inmersión de 1.900 m.

Todo lo que tenemos que hacer ahora es ver si las balas podrían cubrir esa distancia en aquel tiempo. Conociendo todos los números del informe, podemos calcular la trayectoria de las balas. Se puede suponer que si los proyectiles (que además tienen una trayectoria curva) disminuyeron la velocidad hasta tal vez 50% a 60% de la velocidad del avión (la combinación entre resistencia del aire y fuerza de la gravedad es cosa seria), ellas podrían haber recorrido entre 3.800 y 4.200 m en el tiempo entre que fueron disparadas y alcanzaron el avión, a la misma distancia volada por Attridge.

Conclusión
En otras palabras: sí, un avión puede ser abatido por sus propias balas. El informe oficial concluyó que las balas disminuyeron la velocidad suficiente para alcanzar Attridge durante su buceo. Bizarro, pero fue ciencia pura. En cuanto a la naturaleza de este hecho, como mencionamos anteriormente, este evento puede pasar de ”una en un millón” de veces. Pero hay que tener cuidado, porque si estás volando en un caza supersónico o buceando en la misma trayectoria en la que disparaste algún proyectil, recuerda a Tom Attrigde, pues esto puede suceder de nuevo.