El primero de los dos actuales Boeing 747-200 que se usan como avión de transporte VIP en la Fuerza Aérea de los EE.UU. (USAF), fue entregado en 1990 y aunque su mantenimiento es exhaustivo, está cerca de cumplir 30 años de servicios a los presidentes de Estados Unidos. Cabe recordar que la denominación “Air Force One” sólo es aplicada al avión cuando el presidente de los Estados Unidos va a bordo de uno de ellos. El resto del tiempo, cuando hacen misiones de entrenamiento tienen el indicativo de llamada SAM.

Los dos actuales 747-200 (denominados VC-25A) serán sustituidos por el último modelo de la familia del 747: el B747-8i, denominados como VC-25B. Las dos unidades que se convertirán en los futuros aviones presidenciales, son dos ejemplares ya fabricadas en 2017 por Boeing, originalmente para la aerolínea rusa Transaero, que no se llegaron a entregar debido a la quiebra de la compañía. Los N894BA y N895BA se encontraban preservados en el aeropuerto californiano de Victorville, en el oeste de Estados Unidos.

En la base aérea de Lackland, en Texas, se comenzarán inmediatamente los trabajos para modificar el avión con todo lo necesario para cumplir con los estándares de la USAF para el transporte de autoridades, desde equipamientos interiores, comunicaciones, defensa, medidas electrónicas, sala médica, etcétera.

El coste de un Boeing 747-8i nuevo se aproxima a los 400 millones de dólares, aunque el coste del programa de reconversión ascenderá hasta los 4.680 millones de dólares para ambas aeronaves. Si incluimos todo lo necesario para la operación de estas aeronaves como, nuevos hangares y equipos necesarios debido al mayor tamaño, el coste inicial, antes de entrar en servicio con la USAF, asciende hasta los 5.300 millones de dólares.