Un día como hoy, 25 de mayo, pero de 1979, hace 40 años, ocurría la tragedia del vuelo AA191 de American Airlines, que conectaría Chicago y Los Ángeles, operado con una aeronave McDonnell Douglas DC-10. Se trató del mayor siniestro aéreo individual en la historia de los Estados Unidos.
Al mediodía de esa jornada, el comandante Walter Lux estaba por terminar su turno e ir a casa luego de cubrir un vuelo entre Phoenix y Chicago, pero la vida le tenía marcado un final diferente, cuando otro piloto le pidió cambiar su turno y hacerse cargo del vuelo AA191, ya que le surgió una reunión familiar de última hora a la que debía asistir. Ese mismo día se recordaba a los caídos y Lux quería pasar sus vacaciones con su hijo Michael en la casa de campo que tenían en las afueras de Phoenix, Arizona, pero no le dio el tiempo de avisar sobre el cambio, por lo que su plan fue entonces llamar a Michael al llegar a Los Ángeles.

Alrededor de las 15:00, Lux y su primer oficial James Dillard, son autorizados a despegar el trimotor DC-10, con 271 pasajeros y tripulación a bordo, desde la pista 32R del aeropuerto O’Hare. A los pocos segundos de elevarse, el motor del ala izquierda se desprendió, golpeando con suficiente fuerza para seccionar los cables hidráulicos. Como consecuencia, los fluidos que mantenían desplegados los slats se drenaron. Sin ellos, algunos slats del ala izquierda se atascaron y causaron que la misma perdiera empuje hacia arriba; el enorme avión empezó a escorarse hacia la izquierda. Sin los slats, el aparato tenía que volar mucho más rápido de lo normal para evitar inclinarse y entrar en pérdida. El rotor izquierdo desprendido de la nave cayó a 760 metros del final desde la cual partió.
El McDonnell Douglas DC-10 logró subir solo unos 100 metros del suelo y recorrer 1.500 metros más allá de la pista 32 noroeste, hasta impactar contra un hangar ubicado al final del predio de la terminal aérea. Con los tanques llenos, el combustible se encendió de manera inmediata generando un gran incendio. Fallecieron las 271 personas dentro de la aeronave y dos en tierra.

Luego de una exhaustiva investigación, la NTSB concluyó que la estructura de los anclajes del ala izquierda estaban dañados debido a que los técnicos de mantenimiento de American Airlines, con la finalidad de ahorrar tiempo y costos, modificaron el procedimiento para desmontar y montar los motores. Desde la cabina, la tripulación no podía ver el ala izquierda, por lo que no se le atribuye cargo alguno, aunque de haber sabido que el avión se estaba inclinando habrían podido salvarlo. Cuando el motor se desprendió, éste cortó los sistemas hidráulicos y eléctricos del ala izquierda; como resultado, perdieron el instrumental y los sistemas de advertencia e información en el cockpit.
Investigadores descubrieron que, aunque todos los slats del ala derecha estaban desplegados, algunos de ellos en el ala izquierda no lo estaban. Había un ala que estaba volando normalmente y la otra que no lo hacía y se hundía hacia el suelo.

Como medida, Estados Unidos decretó que se instalen vibradores de palanca en las columnas de control de ambos pilotos, y que el sistema de advertencia funcione en más de un motor; también se rediseñó el sistema hidráulico del avión con mecanismos especiales para evitar que los slats y otras superficies se replieguen si se cortaban los cables.
Los inspectores encontraron más aviones DC-10 de diferentes aerolíneas con las mismas grietas y daños en las estructuras de anclaje de los motores, todos con el potencial de sufrir situaciones similares. Nunca más sucedió un accidente similar luego de volver más rigurosos los procesos de mantenimiento y seguir de manera más puntillosa las recomendaciones de los fabricantes.