Días atrás, un fastuoso Boeing 747-400 modificado lucía radiante en el cielo; se lo pudo ver desde el sur de California, Estados Unidos. El ‘Jumbo’ de Virgin Orbit, la división de lanzamiento de satélites pequeños del holding Virgin, propiedad del magnate británico Richard Branson, portaba bajo su ala derecha un enorme cohete de 30 metros de largo al lado del motor más cercano al fuselaje.

A los 30 minutos en el aire y sobrevolando la base aérea Edwards, el comandante de la aeronave pulsó el botón para lanzar el cohete hacia el desierto de la costa oeste norteamericana desde una altitud de 35.000 pies (12.000 metros).
Según manifestó la firma, el cohete se encontraba cargado, pero sus motores no fueron activados, ya que la finalidad era que el mismo caiga por su propio peso al suelo y así analizar su comportamiento durante ese lapso de tiempo.
La prueba fue la última del proceso integral, por lo que el ‘Cosmic Girl’, como es apodado el 747-400, estará pronto listo para poner en órbita satélites de tamaño reducido. Este sistema tiene un costo de aproximadamente 12 millones de dólares, valor bajo en relación a otros métodos de lanzamiento.
ATB Orbital fue la primera en usar un cohete aerotransportado para lanzar un satélite en 1990, pero luego de ella, hubo pocos intentos, a pesar de sus ventajas, hasta la aparición de Virgin Orbit.
Una gran fracción de la masa de un cohete lanzado verticalmente es combustible, el cual es necesario para contrarrestar la resistencia atmosférica y la gravedad de la Tierra cerca de la superficie. Tener un avión que transporte un cohete a grandes altitudes puede ahorrar una gran cantidad de ese combustible. A diferencia de los cohetes, las aeronaves no necesitan un oxidante para volar a grandes alturas.