Mientras dormías plácidamente en tu cama soñando visitar algún país lejano en tus futuras vacaciones, te contamos que hay una aeronave Boeing 787-9 Dreamliner con matrícula VH-ZNI bautizada como “Kookaburra”, entregada tan solo hace días a la australiana Qantas, cubriendo el vuelo #QF7879, atravesando diversos espacios aéreos según la hora en la que leas este artículo, y para tu sorpresa, probablemente siga aún en vuelo mientras te preparás para salir a cenar hoy sábado. Nunca antes, un avión había volando sin paradas entre Nueva York y Sydney, por lo que se trata de un acontecimiento histórico y representa un hito tecnológico sin precedentes desde todo punto de vista.
Este vuelo forma parte del “Project Sunrise”, no es un vuelo comercial regular, aunque si está volando con 50 pasajeros y tripulantes. El 787-9 partió con 254.000 Kg de peso al despegue y 101.000 Kg de combustible desde el aeropuerto de JFK de Nueva York, Estados Unidos, anoche a las 21:27 hora local, y tiene previsto, tras recorrer alrededor de 16.200 kilómetros, aterrizar en el aeropuerto de Sydney, Australia, a las 8:11 horario local del día domingo. Si, dos días después, considerando su extensa duración de alrededor de 19 horas y 30 minutos (como referencia, un vuelo entre Nueva York y Sydney dura hoy en promedio 22 horas y 20 minutos vía Los Ángeles) y la diferencia en husos horarios entre la costa este de Norteamérica y Australia.

El aparato vuela a entre 36.000 y 40.000 pies de altitud y 930 kilómetros por hora en promedio de velocidad crucero. Cuando toque tierra en el aeropuerto Kingsford Smith de Sydney, todavía le quedarán, según la planificación, unos 6.000 Kg de combustible, remanente para otros 90 minutos de vuelo.
Qantas lleva a cabo esta histórica operación con tinte exploratorio, con el objetivo de evaluar las condiciones físicas y mentales a las que son sometidas las tripulaciones y pasajeros (en su mayoría científicos) tras haber pasado por varios husos horarios y como éstos afectan tras pasar casi 20 horas dentro de una aeronave. A medida que transcurre el vuelo, todos a bordo están bajo supervisión de médicos del Centro Charles Perkins de la universidad de Sydney, que evalúan como un vuelo tan largo afecta al cerebro, principalmente al de los cuatro pilotos que van rotando al mando. Asimismo, como influyen en los viajeros, las comidas, bebidas, el reducido espacio para el movimiento y los sistemas de entretenimiento.

A pesar de que el “Project Sunrise” es realizado por un avión 787-9, la idea de Qantas es poder llevar cabo operaciones comerciales conectando a la ciudad de Sydney con las de Nueva York y Londres utilizando los futuros 777X o A350-1000 a partir de 2022. Por ahora según informaciones, Airbus estaría llevando la delantera, ya que recientemente Boeing cajoneó el proyecto 777-8 con el que pretendía competir.
Qantas ya es pionera con el primer y único vuelo non-stop regular existente entre Perth, en la costa oeste australiana y Londres, Reino Unido, lanzado el año pasado, ruta cubierta también con equipos 787-9.