Hace instantes, a las 7:43 hora local de Australia (en Oceanía ya es domingo 20 de octubre), aterrizó en el aeropuerto internacional Kingsford Smith de Sydney, el vuelo QF7879 de Qantas, operado con un Boeing 787-9 nuevo de paquete (entregado directamente desde la fábrica de Seattle), procedente de Nueva York, Estados Unidos, viaje que duró 19 horas y 15 minutos, oficialmente a la fecha el vuelo sin escalas más largo de la historia.
El Dreamliner con matrícula VH-ZNI bautizado como “Kookaburra”, atravesó diversos husos horarios a lo largo de 16.097 kilómetros, siendo la primera vez que la gran manzana y la principal ciudad australiana se unieron a través de un vuelo directo.
La aeronave partió anoche a las 21:27 desde la pista 31L del aeropuerto internacional John F Kennedy de Nueva York con 50 pasajeros y tripulantes, 254.000 Kg de peso al despegue y 101.000 Kg de combustible. Según la planificación, el aparato debió volar a entre 36.000 y 42.000 pies de altitud y a 930 kilómetros por hora en promedio de velocidad crucero. Cuando tocó tierra en Sydney, todavía le quedarían unos 6.000 Kg de combustible remanente para otros 90 minutos de vuelo.
Como referencia, un vuelo entre Nueva York y Sydney dura hoy en promedio 22 horas y 20 minutos vía Los Ángeles, por lo que hablamos de un ahorro de tiempo de más de tres horas.

Qantas llevó a cabo esta histórica operación con tinte exploratorio, con el objetivo de evaluar las condiciones físicas y mentales a las que son sometidos los pasajeros (en su mayoría científicos) y tripulaciones, al atravesar por varios husos horarios y como éstos los afectan tras pasar casi 20 horas dentro de una aeronave. A medida que transcurrió el vuelo, todos a bordo estuvieron bajo supervisión de médicos del Centro Charles Perkins de la universidad de Sydney, que evaluaron como un vuelo tan largo repercutía en el cerebro, principalmente en los de los seis pilotos que fueron rotando al mando, e identificaron los periodos óptimos de descanso y trabajo de la tripulación; asimismo, como influyó en los viajeros las comidas, bebidas, el reducido espacio para el movimiento y los sistemas de entretenimiento.
A pesar de que el “Project Sunrise” fue realizado con un avión 787-9, la intención de Qantas es llevar cabo operaciones comerciales conectando a la ciudad de Sydney con las de Nueva York y Londres utilizando los futuros 777X o A350-1000 a partir de 2022. Por ahora, Airbus estaría llevando la delantera, ya que recientemente Boeing cajoneó la variante 777-8X con el que pretendía competir.

Qantas ya es pionera con el primer y único vuelo non-stop regular existente entre Perth, en la costa oeste australiana y Londres, Reino Unido, lanzado el año pasado, ruta cubierta también con equipos 787-9.