Lo que van a escuchar a seguir es el audio original de un grave incidente en donde dos pilotos de una empresa de vuelos privados sufren el efecto de la hipoxia perdiendo lentamente el conocimiento hasta que una controladora se percata del peligro que están corriendo y los ayuda a descender a niveles más bajos en donde los dos consiguen recuperar el conocimiento.
Según reportes, el incidente tuvo lugar el día 26 de julio de 2008, cuando se vio involucrado un avión ejecutivo Learjet 25 de la empresa Kalitta Flying Service realizando el vuelo KFS66 entre el aeropuerto regional de Manassas y el Willow Run de Detroit, conocido también como Ypsilanti Airport en el estado de Michigan. Mientras la aeronave se encontraba volando a unos 10.000 metros de altura y su control había sido transferido al Cleveland’s Air Route Traffic; el controlador Jay McCombs notó que los pilotos del KFS66 habían dejado el micrófono abierto, por lo cual se podían escuchar algunas alarmas sonando como también el pedido de auxilio por parte de uno de los pilotos que hablaba en palabras lentas y arrastradas que indicaban que no podían mantener la altitud, la velocidad ni el rumbo.
McCombs trató de comprender con la ayuda de un segundo piloto en otro avión lo que la tripulación del KFS66 transmitía, mientras su colega la controladora Stephanie Bevins, al escuchar las trasmisión se percató que ambos pilotos estaban sufriendo el efecto de la hipoxia.
La hipoxia es un estado de deficiencia de oxígeno en la sangre, células y tejidos del organismo, con compromiso de la función de los mismos. Los síntomas vienen acompañados de confusión y desorientación, y el tiempo de conciencia útil es limitado, o sea, el tiempo en el que se sigue siendo capaz de tomar decisiones sensatas y corregir el problema es muy corto. Lo que ocurría dentro de la cabina era realmente alarmante; con el primer oficial inconsciente, su brazo se agitaba violenta e incontrolablemente, desconectando el piloto automático y obligando al capitán a intentar volar manualmente la aeronave, acción por la cual también se puede decir que la tripulación se salvó de una catástrofe, ya que al estar el piloto dirigiendo manualmente, hizo que éste se concentrara en mantener al avión en vuelo. Si ello ocurría con el piloto automático activado, lo más probable es que la aeronave siguiera volando sin control hasta caer en algún lugar por falta de combustible, como otros accidentes ocurridos en el pasado.
Bevins, que sabía que la aeronave debía descender lo más rápido posible antes que el piloto perdiera completamente el conocimiento, ordenó a McCombs a instruir al comandante (con la ayuda de otro piloto que actuó de intermediario) que descendiera hasta niveles más bajos en donde se podía aliviar la posible privación de oxígeno a ambos pilotos.
Afortunadamente, el capitán a pesar de estar casi inconsciente, se aferró a los controles y logró descender la aeronave hasta una altura segura. El avión aterrizó sin ningún inconveniente en el aeropuerto de destino; McCombos y Bevins recibieron el Archie, premio anual de seguridad de la Asociación Nacional de Controladores de Tráfico Aéreo por haber salvado la vida de esos dos pilotos.