Una película de terror y suspenso es la que vive el fabricante estadounidense Boeing luego de dos accidentes fatales ocurridos en Indonesia y Etiopía con aviones 737 MAX 8, que mataron a 346 personas y sumieron a la compañía en la peor crisis de reputación de su historia.
La tragedia en los Países Bajos, ocurrida el 25 de febrero de 2009, tuvo como protagonista al Boeing 737-800 con matrícula TC-JGE, que se partió en tres tras colisionar contra el terreno en un campo agrícola a un kilómetro y medio de la pista 18R del aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol, a las 9:31 UTC de ese día.

Varias investigaciones fueron realizadas a lo largo de estos 10 años. En aquel entonces, fue publicado un informe por parte del constructor del avión, catalogando el accidente como derivado de “errores de la tripulación”. Varios especialistas indicaron que se trataba de una lavada de manos, al no asumir por completo la responsabilidad ni esclarecer las causas que llevaron a este infortunio. Expertos holandeses no bajaron la guardia y hoy día disparan una acusación hacia Boeing y entrega a ella la total culpa por la catástrofe.
“Es realmente fácil culpar a los pilotos muertos y decir que no tiene nada que ver con un sistema diseñado incorrectamente”, dijo Shawn Pruchnicki, quien ha trabajado en investigaciones de accidentes para la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas.
Las decisiones de Boeing, incluidas las elecciones de diseño arriesgadas y las evaluaciones de seguridad defectuosas, también contribuyeron al accidente en 737-800 de Turkish Airlines. Pero la Junta de Seguridad Holandesa, excluyó o restó importancia a las críticas del fabricante en su informe final después de la retirada de un equipo de estadounidenses, que incluía a la firma y funcionarios federales de seguridad, según muestran documentos y entrevistas.
La tragedia involucró a un predecesor del 737 MAX. En los accidentes de 2009 y de los dos sucedidos con 737 MAX 8, el defecto de un solo sensor hizo que los sistemas fallaran, con resultados catastróficos, y el fabricante no habría brindado a los pilotos información que podría haberlos ayudado a reaccionar ante el mal funcionamiento, según la acusación.

El accidente, “representa un evento tan centinela que nunca se tomó en serio”, dijo Sidney Dekker, un experto en seguridad de la aviación que fue comisionado por la Junta de Seguridad Holandesa para analizar la tragedia.
El estudio del Dr. Dekker acusa a Boeing de intentar desviar la atención de sus propios “defectos de diseño” y otros errores con declaraciones “poco creíbles” que exhortaban a los pilotos a estar más atentos. Las silenciadas críticas al fabricante después del accidente de 2009 se ajustan a un patrón más amplio, revelado desde las caídas de los dos 737 MAX, de que la compañía se beneficia de un enfoque ligero por parte de sus colaboradores de seguridad.

Algunos de los paralelismos entre dicho accidente y los más recientes son particularmente notables. Las decisiones de diseño de Boeing tanto en el MAX como en el Next Generation, permitieron que un solo sensor defectuoso activara un poderoso comando de computadora, a pesar de que cada avión estaba equipado con dos sensores. En los dos accidentes con 737 MAX, un sensor que mide el ángulo de la aeronave con respecto al viento hizo que una computadora de control de vuelo empujara la nariz hacia abajo después del despegue; en el vuelo de Turkish Airlines, un sensor de altitud hizo que una computadora diferente redujera la velocidad del avión justo antes de aterrizar.
Ojos del mundo aeronáutico, autoridades holandesas y compañías aéreas afectadas, están sobre Boeing, quien aún no despierta de esta gran pesadilla que mancha la historia de éxitos del poderoso fabricante de aviones nacido en 1916.