El fabricante norteamericano Boeing informó, como parte de sus resultados financieros del primer trimestre del año, un incremento en los costos de producción de 168 millones de dólares por dos aeronaves Boeing 747-8i VC-25B “Air Force One”, los próximos aviones presidenciales de los Estados Unidos.
Los equipos en realidad ya se habían manufacturado previamente para uso como aviones de pasajeros de la aerolínea rusa TransAero, que canceló el pedido posterior a su quiebra hace unos años. El presidente estadounidense Donald Trump aceptó entonces la oferta de Boeing de convertir esos aparatos a cambio de reducir la inversión que debían hacérseles en lo que respecta a equipamientos de seguridad para uso oficial de una superpotencia como EE.UU.

El saldo rojo resultó en la interrupción en el proceso de ingeniería del programa, debido a la crisis del COVID-19, puesto que Boeing se vio sin otra opción más que suspender el ensamblaje y desarrollo de aviones, el suministro de partes y otras relacionadas con la cadena de producción en todo el país. Además, desde Boeing dijeron que estas ineficiencias podrían derivar en todavía mayores sobrecostos en las siguientes fases del proyecto.
Basado en los veteranos 747-200 que prestan servicio hace tres décadas, el valor inicial propuesto por Boeing era de 4.400 millones de dólares, presupuesto rechazado por la administración actual, quien renegoció el acuerdo en 3.200 millones de dólares.