Si, leíste bien, un avión fue “robado”. Un día como hoy, 25 de mayo de 2003, un hecho sin precedentes ocurrió en el aeropuerto Quatro de Fevereiro de Luanda, en Angola, cuando un Boeing 727-200 matriculado como N844AA que perteneció a la aerolínea TAAG (antes a American Airlines por 25 años) y que estaba siendo convertido para uso como carguero por parte de IRS Airlines, despegó sin autorización con una tripulación desconocida.
Según los pocos registros con los que se cuentan, en horas de la tarde de esa jornada, dos hombres abordaron la aeronave aparcada sin nadie alrededor. Se trataría del piloto e ingeniero de vuelo de nacionalidad estadounidense Ben Padilla y del mecánico John Matantu contratado por la República del Congo; ambos eran parte del equipo humano que acondicionaba el aparato para su puesta en servicio con su nuevo operador.

El inverosímil suceso generó la atención del mundo al punto de desatar una búsqueda global por parte de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los EE.UU. La investigación, que sigue abierta pero sin avances, dice que un colaborador de la terminal aérea informó que solo vio a una persona, pero otros testigos aseguran haber visto a dos. El avión rodó sin luces encendidas y sin autorización por plataforma, pista de taxeo y luego por la pista principal hasta partir y perderse en el infinito con rumbo suroeste hacia el Océano Atlántico ante la incredulidad de los controladores de tránsito aéreo, quienes no recibieron retorno alguno a pesar de los sucesivos intentos de comunicación.
El mismo día antes del incidente, el avión fue repostado de combustible, lo que le brindaría una autonomía de 2.400 kilómetros. El rastrillaje resultó infructuoso, y aunque algunas fuentes señalan que fue visto en Guinea, ello nunca fue comprobado y jamás hallado hasta la fecha. Sin duda, hablamos de uno de los mayores misterios de la historia de la aviación moderna.