El 2020 es el año más negro por el que la aviación comercial haya atravesado jamás en su siglo de historia. La pandemia del Covid-19 contrajo la demanda de una manera nunca antes vista. Los pasajeros no viajan o lo hacen solo ante escenarios impostergables, los países cierran sus fronteras, imponen restricciones de viajes, requieren cuarentenas, entre otras trabas, factores que hacen muy complicado o directamente inviable el negocio para las compañías aéreas.
A pesar de un relajamiento en las medidas desalentadoras y un reinicio parcial de actividades aerocomerciales en algunas regiones del mundo, como por ejemplo Europa y EE.UU., el daño es casi irreparable para muchas aerolíneas, no habiendo alguna que no haya sido impactada y, en el mejor de los casos, hasta para las de espaldas financieras más fuertes, el resultado es y será todavía bastante negro.
Las líneas aéreas arrastran meses de déficit con sus arcas vacías, al no poder volar, sin generar caja y deber pagar de todas maneras por el leasing de sus aviones o amortizar la inversión por esas aeronaves aún sin ponerlas en el aire. No hay algo más costoso para una compañía aérea que un avión en tierra. Asimismo, el saldo rojo se intensifica todavía más al, en ciertos casos, tener que devolver dinero por boletos que los pasajeros compraron y nos los usarán.
Los vuelos de repatriación o humanitarios son operaciones mínimas y paliativas ante la imposibilidad de llevar a cabo vuelos regulares, que no compensan de ninguna manera los costos de no poder concretar los vuelos programados. Para intentar ilustrar de forma sencilla y ponernos en contexto, un avión del tipo 737 / A320, que vuela en promedio a ciudades separadas por dos horas, en una aerolínea tradicional, podría cumplir tres o cuatro veces un servicio de ida y vuelta de ese tipo cada día, e inclusive más veces si una low cost. Si hablamos de una aeronave de larga distancia del tipo 787, que vuela ocho o doce horas por tramo, considerando el turn around y retorno a origen, le toma alrededor de 30 horas estar disponible nuevamente para otro viaje similar. Nada de esto ocurre con los vuelos especiales, al ser ocasionales, puntuales, esporádicos, no se aplican los criterios de productividad, no hay economías de escala, la facturación es mínima.
Una línea aérea con una estructura organizativa, fuerza laboral y flota basada en una malla de vuelos regulares, de ninguna forma puede sobrevivir con vuelos humanitarios, no hay manera tan siquiera de “empatar” los costos.
Según estimaciones, la industria de los viajes demorará al menos cuatro o cinco años en volver a alcanzar los volúmenes de 2019. En el mediano y largo plazo, emergerá un nuevo sector de líneas aéreas, algunas desaparecerán, otras se reinventarán, pero todas las que sobrevivan deberán ajustar su modelo de negocios.