Por Gustavo Galeano
La pista del aeropuerto de Funchal (hoy llamado Cristiano Ronaldo) es una de las más difíciles y peligrosas del mundo a la hora de realizar aproximaciones y aterrizajes (en aquel entonces tenía solo 1.600 metros de largo), debido a las altas turbulencias ocasionadas cuando la velocidad del viento es superior a 15 nudos. Por ello, los pilotos necesitan una licencia especial para operaciones en Madeira, y sólo algunas tripulaciones están habilitadas para descensos nocturnos. La terminal está construida prácticamente sobre el agua y a una gran elevación.


La aeronave Boeing 727-282/Adv de TAP Portugal, con matrícula CS-TBR y bautizada como “Sacadura Cabral”, estaba al servicio del vuelo TP 425, que despegó de Lisboa y se disponía a aterrizar en Funchal. En la cabina de mando estaban el Capitán João Lontrão y el primer oficial Miguel Guimarães Leal, ambos muy cansados, pues habían estado volando por más de 13 horas ese día. A bordo iban 156 pasajeros y 6 tripulantes, todos preparándose para la llegada a destino.
Eran las 21:48 cuando el control de tráfico aéreo de Funchal avisó a los pilotos que se hallarían con fuertes lluvias, vientos cruzados y visibilidad reducida. La tripulación tomó esta alerta de mala manera, pues tendrían un descenso incidentado.
Y ocurrió tal cual se pronosticó, pues tuvieron que abortar el primer intento de aterrizaje y lo hicieron de vuelta, para nuevamente fallar y así probar una tercera vez. Si no lograban tocar tierra tendrían que alternar en el aeropuerto de Gran Canaria, Islas Canarias, territorio español, al sur de Madeira.

Finalmente, los neumáticos del 727 tocaron tierra con una visibilidad casi nula, pero a 609 metros de la cabecera de la pista. Esto significa que la aeronave posó lejos del punto marcado, es decir, se “comió” gran parte del asfalto, por lo tanto, la tripulación recurrió a medidas desesperadas, activando los reversores a toda potencia, así como los frenos hidráulicos para detener el avión. El mismo frenó, pero las llantas patinaron sobre la pista mojada por las fuertes lluvias en un fenómeno conocido como “hidroplaneo”, y con los sólo 991 metros que les sobraba la situación se volvió incontrolable.
Con la nave a 80 kilómetros por hora se terminó el pavimento, generándose un despiste con posterior caída a un barranco a 130 metros bajo el nivel del aeropuerto, hacia una playa aledaña. El impacto golpeó un puente cercano de hormigón, lo que produjo un incendio de grandes proporciones.
En este vídeo podés dimensionar las dificultades operativas del aeropuerto de Funchal.
Investigación
Los peritos no tardaron en descifrar que una de las causas de la tragedia fue la decisión del Capitán Lontrão de aterrizar en Funchal luego de dos intentos fallidos al hallarse fatigado junto con su primer oficial, provocando ello que se revisaran las políticas y condiciones en las que TAP ponía a trabajar a sus colaboradores con excesiva carga horaria.
También se concluyó que la pista del aeropuerto de Madeira no tenía el largo requerido ni las condiciones de operatividad en caso de lluvias extremas como la que en ese día se experimentaban. La autoridad competente portuguesa, sacudida por el accidente, hizo entre 1982 y 1986 ampliaciones a la pista hasta alcanzar los 1.800 metros de longitud, para nuevamente en 2000 volver a ampliarla hasta los actuales 2.871 metros, suficiente para recibir aviones del tipo Boeing 747 o Airbus A340.
Perecieron 131 personas y sobrevivieron 33. A la fecha, el siniestro del vuelo TP 425 es el único accidente mortal de TAP Portugal, siendo desde entonces una de las líneas aéreas más seguras del mundo.